¡Silencio!
Entras a mi boca
y te quedas allí,
ensimismado,
como se han quedado
las hojas de los árboles
en ausencia
del viento que las mueve.
¡Silencio!
Te deslizas por mi cuerpo,
me inundas
y te detienes en mis vísceras
para regresar de nuevo
y posarte en mis oídos.
No pían los pollos del vecino,
ni ríe el niño en la calle,
no revolotean
los chulos en el cielo,
y no hay
una sola alma viviente en la calle.
¡Silencio!
Te quedaste en sus lunas
y en sus mares,
en sus labios
y en sus manos,
en sus besos
y en su corazón palpitante.
¡Silencio!...
¡Silencio!...
¡Silenc...!
Entras a mi boca
y te quedas allí,
ensimismado,
como se han quedado
las hojas de los árboles
en ausencia
del viento que las mueve.
¡Silencio!
Te deslizas por mi cuerpo,
me inundas
y te detienes en mis vísceras
para regresar de nuevo
y posarte en mis oídos.
No pían los pollos del vecino,
ni ríe el niño en la calle,
no revolotean
los chulos en el cielo,
y no hay
una sola alma viviente en la calle.
¡Silencio!
Te quedaste en sus lunas
y en sus mares,
en sus labios
y en sus manos,
en sus besos
y en su corazón palpitante.
¡Silencio!...
¡Silencio!...
¡Silenc...!
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